Estos son algunos de los posicionamientos éticos y pedagógicos que marcan el rumbo de la educación física en la que creo:
Que ponga en práctica relaciones humanas basadas en los afectos, la amistad y el cuidado mutuo.
Que rompa con la parcelación del conocimiento y de los tiempos educativos (cuerpo-mente o práctica-teoría).
Que nos ofrezca una mirada amplia, contextualizada y compleja de la actividad física y del deporte.
Que otorgue valor a la palabra, permitiéndonos cuestionar, dialogar y elaborar relatos propios.
Que ponga en práctica la equidad y la igualdad real.
Que nos entrene a perder.
Que busque y aprecie la belleza que hay en todos los cuerpos y formas de movimiento.
Que sea accesible y rechace la cultura deportiva mercantilizada y elitista.
Que nos haga reír y sentirnos bien.
Que ponga en valor las historias de vida y la cultura popular, y que se nutra de ellas para generar conocimiento.
Que se ocupe de los excluidos por el sistema (también por el sistema deportivo).
Que visibilice prácticas minoritarias y marginales.
Que promueva una educación más lenta (menos saberes y más tiempo para profundizar en ellos).
Que reclame el uso del espacio público para la práctica física y deportiva comunitaria.
Que nos enseñe a rebelarnos contra la injusticia y trabaje por el bien común.
Que nos permita imaginar y crear, confrontando los planteamientos basados en la productividad o la eficacia que nos aíslan y clasifican.
Que respete el modo en que los chicos y chicas viven y sienten su cuerpo y su sexualidad.
Que cuide del planeta con prácticas que sean sostenibles y nos descubran la belleza de la naturaleza.