Cuando era crío, si pienso en aquello que me parecía bonito, rescato imágenes de Arconada ajustándose los guantes bajo los tres palos en el viejo estadio de Atocha, o de cada quiebro con el que Jordan dejaba sentado a su defensor. Parece ser que nuestra mirada va creciendo lentamente con nosotros y se ensancha hasta encontrar otras bellezas antes invisibles. Hoy me quedo con esta: